Nos recibe Juan Manuel Fernández, coordinador del nuevo Centro de Interpretación de las Ciencias Naturales y la Biodiversidad de Guadalcázar (CINABI). Fernández, además de ser uno de los impulsores del proyecto, es también coleccionista y ha aportado parte de las más de 6.000 piezas que componen este singular espacio.
Por fin se ha hecho realidad este centro. ¿Cómo ha sido el proceso hasta llegar aquí?
Sí, por fin. Después de un año y medio de trabajo, nos hemos juntado varios compañeros: está Pepe Machado, que es el alma de los insectos; también Joaquín Lora, que ha colaborado con Paleontología, y otras personas que han estado trabajando para montar este proyecto, que reúne unas 6.000 piezas repartidas en seis plantas, con disciplinas muy curiosas. Entre ellas, por ejemplo, una pequeña referencia al gusano de seda, que en el siglo XIX permitió vivir a muchos andaluces y valencianos. Hay una gran variedad de disciplinas para disfrutar.
¿Cómo definiría este centro a quienes aún no lo conocen?
Es un centro de interpretación, pero sobre todo es un lugar mágico. No solo por su contenido, también por su ubicación: se encuentra en una antigua casa palaciega, perteneciente al marqués que fundó el pueblo. La torre en la que está ubicado tiene una forma y una subida impresionantes. En cada planta hay algo distinto; no hay un rincón que no diga algo sobre la naturaleza, la biodiversidad o el medio ambiente. Además, todo ha sido reciclado: este edificio fue en su día un museo, y hemos aprovechado y puesto en valor todo lo que había, sin quitar nada.
Son muchas piezas y de gran calidad. ¿Qué podremos ver al recorrer sus salas?
La variedad es enorme. Tenemos desde el ser más venenoso de la Tierra representado, hasta perlas y conchas —en especial ostras—, fósiles, minerales… En definitiva, una gran representación de las ciencias naturales. Y todas las piezas están etiquetadas.
¿Podemos decir que están representados todos los continentes?
Totalmente. No había caído hasta que me lo has dicho, pero sí: hay piezas de los cinco continentes, tanto en insectos, como en malacología, fósiles y minerales. Y casi todos los países del mundo tienen su representación.
De entre tantas piezas, ¿con cuál se quedaría?
Hay piezas muy espectaculares, como un mosasaurio, pero me quedo con las que tienen historia. Por ejemplo, las cauris, unas conchas que sirvieron como moneda, cuyo nombre científico es monetaria moneta. Se usaron mucho y, además, en el sur de África también servían para adivinación. Tenemos también minerales y piedras preciosas, como un diamante en bruto tallado y una esmeralda. Hay mucho para disfrutar.
¿Y la pieza más antigua?
Nos remontamos a los estromatolitos, fósiles formados por cianobacterias de unos 1.500 o incluso 2.000 millones de años. Estos seres fueron los que hicieron posible la vida en la Tierra, al transformar la atmósfera primitiva mediante la respiración inversa, como las plantas.
Reunir 6.000 piezas no parece tarea fácil. ¿Cómo comenzó esta colección?
Somos varios coleccionistas. Pepe Machado, por ejemplo, ha aportado mariposas; tiene una colección de entre 30.000 y 40.000 ejemplares. En mi caso, empecé a coleccionar minerales con 10 años y, más tarde, fósiles. He ido comprando, intercambiando y consiguiendo piezas poco a poco. De algunos yacimientos de la Sierra Albarrana o el Coto Carbonel, en Córdoba, he obtenido minerales que después he podido intercambiar.
Además de piezas de todo el mundo, ¿también hay presencia local?
Por supuesto, empezamos precisamente por lo nuestro: Córdoba, Andalucía y España. Luego vimos que África había estado conectada con la península y ampliamos la colección. Pero sí, hay fósiles del Mioceno hallados en esta zona: almejas, ostras y algún erizo, testimonio de cuando Guadalcázar estaba sumergida bajo el mar hace unos diez millones de años.
El centro ocupa seis plantas. ¿Cuánto tiempo necesita un visitante para recorrerlo?
Para disfrutarlo bien, una hora u hora y cuarto. A mí me lleva más, porque me entretengo con todo. Hay que subir 105 escalones y otros tantos para bajarlos: en total, 210. Es una torre llena de recovecos muy curiosos, que le dan un encanto especial.
Aunque hoy hay muchos escolares, ¿está pensado solo para los más pequeños?
No, aunque en un principio se concibió con fines didácticos, ahora está pensado para todos. Hemos incorporado contenidos para personas mayores o cualquier visitante que quiera disfrutar y aprender.
Por último, ¿ qué motivos daría a quien aún no ha venido para animarse a hacerlo?
Primero, venir al pueblo, que es muy bonito y entrañable. Y luego, subir a este punto alto para ver esta maravilla. Estoy seguro de que quien entre saldrá contento y se llevará algo aprendido, algo comprendido de este centro de interpretación.
